Entrevista con Juan Carlos Dávila - Cecilia Sosa
“En Puerto Rico el proyecto colonial va atado a desvincularnos de la naturaleza: Nos ha creado un miedo al mar”
3 marzo, 2025
Foto de Camila Rodríguez
Cineasta, activista, periodista, pensador comunitario. Desde hace casi dos décadas, los documentales de Juan Carlos Dávila acompañan e iluminan la urgencia de las luchas sociales, ambientales y políticas en Puerto Rico. En su obra conviven desastres ecológicos y políticos con la esperanza y la creatividad asociadas a la labor comunitaria y la autogestión. Su obra logra visibilizar prácticas de resistencia disímiles como la búsqueda de energías sostenibles, las luchas de los pescadores artesanales, la re-ocupación de las escuelas para proyectos comunitarios alternativos, incluidas las experiencias de huertas cooperativas y la acupuntura. El mar es un gran protagonista de sus películas. Si en Compañeros de lucha (2012) siguió la coalición “Playas para el pueblo” para revindicar el derecho público a acceder al mar, su reciente cortometraje Agricultores del mar (2024), muestra la reducción de la pesca en Vieques y la crisis silenciosa que persiste luego del retiro de la Marina norteamericana en 2003. Mientras tanto, Simulacros de liberación (2021) extremó la ironía y radicalizó su rebeldía para denunciar la asfixia que, desde 2016, ejerce la Junta de Control Fiscal sobre la vida del archipiélago. En esta entrevista para el proyecto “(De)colonial Ecologies in 21st-century insular Hispanic Caribbean film” realizada el 22 de enero de 2024, Dávila señaló la responsabilidad del cine documental frente a la limitación de los medios mainstream, exploró la coincidencia de la lucha ecológica y colonial en el país, y la necesidad de afirmar la cultura negra para recuperar las costas como sustento alimentario y conexión con el resto del Caribe. Además, se atrevió a imaginar un futuro decolonial para Puerto Rico.
¿Cómo afecta tu trabajo como cineasta y activismo ambiental el hecho de haber vivido en Vieques, “la isla nena de Puerto Rico”?
Vivir en Vieques me hizo sentir más caribeño que vivir en cualquier otra parte de Puerto Rico, por su conexión con las otras islas y con el mismo mar Caribe. La forma de vida del viequense se basa en esa conexión con el mar. Puerto Rico está rodeado de agua, vivimos en una isla, pero pasan días sin que veamos el mar. Han privatizado las costas y nos han quitado el derecho al mar. En San Juan es difícil darse una vueltita por el mar. Uno se encuentra con todas las urbanizaciones, los condominios; está prisionero. Los edificios son como una muralla donde el mar queda del otro lado. Ese desastre de diseño urbano le quita a uno esa identidad caribeña. Quitarnos el acceso al mar es parte del proyecto colonial. Nos están quitando nuestra forma de sustento. Aquí en Puerto Rico se importa pescado y la mayoría de nuestra comida. El puertorriqueño tiene miedo. Vivimos rodeados de mar, pero tenemos miedo de ahogarnos en la ola. Desde temprana edad se nos ha quitado nuestra conexión con el mar. Nuestro país no tiene fronteras, el mar es la forma en la que nos conectamos con otros países, con nuestros hermanos en el Caribe. Todos esos desastres de planificación urbana nos han alejado del mar, de un sustento, y también de la conexión con otros países. En el caso de Vieques, al no tener esa infraestructura urbana que lo mantiene a uno prisionero en tierra, ese flujo, esa accesibilidad y ese derecho al mar, lo hace sentir a uno mucho más caribeño.
El mar aparece como protagonista en varias de tus películas, ¿por qué ocupa un lugar tan central?
La cuestión del mar siempre ha estado presente en mis documentales, incluso en Simulacros de liberación tenemos muchas tomas de las playas del este. Para mí es una batalla inconclusa, que tiene un carácter muy personal. Al enfocarme en las historias de la costa también busco presentar otra puertorriqueñidad. No es lo que entendemos como la cultura puertorriqueña como la vemos en el nuevo disco de Bad Bunny. El disco está genial pero tiene un foco en la cultura boricua basada en lo campesino, que es la cultura oficial, la que nos han impuesto como parte del “Estado libre asociado”. Pero Puerto Rico es un país donde la mayoría de los municipios son costeros. Sin embargo, la forma en la que entendemos la cultura puertorriqueña está muy arraigada al campo. En mis películas yo quiero resaltar y entender la cultura costera, una cultura donde las voces principales son las de las personas negras, las que estuvieron en las costas, los esclavos, la diáspora africana que se estableció primordialmente en las costas. No es algo sobre lo que suelo hablar mucho, pero hay una cultura oficial puertorriqueña basada en el campesino. Y lo es hasta cierto punto, pero hay muchas otras culturas, hay muchas formas de ser puertorriqueño. Una de ellas es ser un puertorriqueño de la costa. Esa parte se invisibiliza. Una de las razones es porque si fuéramos a resaltar nuestra cultura costera, tendríamos que resaltar también nuestra cultura negra. Por eso, para mí es tan importante hacer documentales donde el mar y la costa tengan un papel principal, la que no es parte de la historia oficial.
¿Podrías darnos un ejemplo de cómo se invisibiliza la cultura costera?
Un ejemplo es la comida. Cuando hablamos de comida puertorriqueña, pensamos en el mofongo, los pasteles, el arroz con gandules; una comida bastante campesina que viene de la montaña. Pero ¿dónde está el pescado que se come aquí en la costa, la colirubia o el chillo. ¿Por qué no forman parte de nuestra identidad cultural? Me crié comiendo colirubia con arepa y habichuelas. Muchos pueblos costeros, especialmente en el este de Puerto Rico, en Vieques y Culebra, comen ese tipo de comida. Pero si le preguntas a la mayoría de los puertorriqueños no necesariamente lo verán como parte de nuestra comida autóctona. Por eso, prestar más atención al mar es también una forma de romper con las narrativas coloniales.
Imagen tomada de Agricultores del mar (2024)
En Agricultores del mar, donde seguís la lucha de los pescadores artesanales en Vieques, hay escenas de tortugas gigantes nadando al lado de desechos bélicos abandonados por la Marina norteamericana.
Es importante presentar el legado militar de Estados Unidos en Puerto Rico. Por muchos años la ocupación fue muy violenta – no solamente en Vieques y en Culebra sino también en Aguadilla, en la base Ramey, muchas regiones donde Estados Unidos intervino. En Vieques y Culebra estas maniobras dejaron un legado de contaminación, es un legado del colonialismo de Estados Unidos. Colonialismo en el sentido más básico de la definición. Estados Unidos se adueñó de las tierras de Vieques y expropió a los residentes para hacer sus prácticas militares. Esto no solamente impactó en el desarrollo local sino en el de todo Puerto Rico. Cuando miramos nuestra historia, también tenemos que mirar la historia del militarismo de Estados Unidos. Habría que investigar y hacer una revisión de todo eso.
¿Piensas que el cine puede contribuir a un proyecto decolonial?
Como medio de masas el cine tiene la capacidad de llegar a mucha gente. No es lo mismo que las personas se sienten a leer un libro que a ver una película. La capacidad de masificar un tema que tiene el cine no lo tiene ningún otro medio. Mucha gente me dice, “¿por qué no haces un reel o un TikTok para explicar todo esto?” Pero hay una gran diferencia entre el cine y las redes sociales. En las redes la gente está distraída. Cuando alguien toma el compromiso de sentarse en una sala de cine a ver tu película, básicamente tienes al público secuestrado por dos horas, con las luces apagadas, sin otro tipo de distracción. El cine es una actividad comunitaria, un arte para apreciar en conjunto. Me gustaría que esto nunca se perdiera. Una película se muestra en una sala y genera discusiones. La persona que se sentó al lado mío vio lo mismo, pero tuvimos distintas interpretaciones. Ahí está lo interesante, se abren espacios de discusión. Eso no lo permite ningún otro medio. Ahora se hace mucho streaming, se ve cine en laptops. En Puerto Rico, y en muchas otras partes del mundo, es muy accesible comprar televisores de 50 pulgadas, como tener un cine en casa. Pero si normalizamos ver películas así el carácter comunitario del cine se pone en peligro. Yo veo sitcoms o noticias solo pero cuando me siento a ver una película siempre trato de estar acompañado. Mientras más personas mejor. El cine es un arte para apreciar en comunidad. Ahí es donde está la magia de llevar una narrativa decolonial que funcione.
Compañeros de lucha visibiliza distintas formas de activismo asociados a la coalición “Playas para el pueblo” como una ecología de prácticas disidentes. ¿En qué medida prácticas tan disimiles podrían ser consideradas como “decoloniales”?
En Puerto Rico el proyecto colonial va muy atado a desvincularnos de la naturaleza. A pesar de ser un país muy fértil para la agricultura, importamos la mayoría de nuestros alimentos. Se ha creado un miedo al mar. Lo veo en mis abuelas que a pesar de ser costeras le tienen miedo al mar. El desarrollo de Puerto Rico es un desastre urbano, muy concentrado en autopistas. Cuando voy a otros países, me doy cuenta de que no hay tanta autopista como en Puerto Rico. Hay una barbaridad de centros comerciales en Puerto Rico. Esta ha sido la idea de progreso que nos han introducido: el progreso es tener auto, guiar en la autopista y conducirlo al centro comercial. Ese es el Puerto Rican dream, algo totalmente desvinculado a la naturaleza que facilita el proyecto colonial porque no afirma un sentido de pertenencia a nuestras tierras. Por eso nos desplazan y nos construyen en las costas. Hago películas para entender qué parte del proyecto colonial de Puerto Rico viene atado a desvincularnos de la naturaleza. En el caso de Vieques, se trató de utilizar las tierras para experimentos bélicos y pruebas de armamentos, no para hacer centros comerciales y autopistas sino para explotarlas de otra forma. No funcionó por completo, el pueblo resistió. Esta nueva etapa de flujo financiero y compra de propiedades en este paraíso caribeño genera desplazamiento y la gentrificación entre los viequenses. Ahora es más difícil porque el enemigo está mucho más escondido.
¿Cómo cambió la situación de Puerto Rico desde que comenzaste a desarrollarte como cineasta/activista? ¿Hay alguna urgencia en cuanto a qué documentar en este momento?
En Puerto Rico hay un antes y un después de la Junta de Control Fiscal [creada por la ley votada por el Congreso norteamericano en 2016]. Es monstruoso lo que nos quitó la Junta. Tenemos un Gobierno que aparenta cierta autoridad pero que a la larga no la tiene. En las últimas elecciones hubo un movimiento para elegir un gobierno de centroizquierda que ganó un apoyo histórico. Aunque hubiera ganado, su capacidad de cambio estaría muy limitada. La Junta de Control Fiscal es la que tiene la autoridad en Puerto Rico. Las luchas tienen que ser muy distintas. Caemos en una trampa cuando nos enfocamos en los políticos locales. Un gobernador de Puerto Rico es un peso-pluma. Sacamos a uno y podemos sacar a todos. Pero sacar a un gobernador no va a detener el proyecto colonial que se está dando aquí. Más importante es hacer otro tipo de trabajo. Nos vemos como si fuéramos un país independiente y le echamos la culpa al gobierno en turno, pero somos una colonia. Hasta que no busquemos una solución a eso, hasta que no nos descolonicemos, no importa el gobierno o la administración que tengamos. En mis documentales trato de traer esa conversación que es primordial. Por eso la ausencia de políticos locales en mis películas.
En tu obra conviven imaginarios en tensión: un imaginario asociado a los desastres ecológicos y políticos, y también otro que muestra cierta esperanza asociada a la creatividad desplegada por los movimientos comunitarios y de autogestión.
Claro. Mis trabajos miran el trabajo de base en las comunidades, ahí está la verdadera resistencia, la que se puede sostener independientemente del gobierno. No hice Simulacros de liberación para decir que hay que votar distinto. Hay que votar distinto, pero no es lo único. Tiene que haber una participación política activa de la población, en sus comunidades, en sus centros de trabajo, y no relegar todo al acto de votar. En Puerto Rico las elecciones son parte de un proyecto colonial, son una trampa. Ya lo dijo Albizu Campos [1891-1965, político y líder independentista puertorriqueño] más de 50 años atrás. Mis documentales buscan explorar la forma de combatir ese poder, esa presión. Y es a través de la organización comunitaria, a través de la acción directa, la que da más dolor de cabeza a los gobiernos. Tenemos que organizarnos y hacer trabajo de base. Vieques es un ejemplo, “Playas para el pueblo” es otro. Por eso me interesan tanto. Con mis documentales me gustaría mostrar que no tienes que esperar cuatro años para ir votar. Puedes empezar a solucionar el problema ahora mismo, reunirse a hablar del problema en tu comunidad para empezar a ver qué es lo que hay que hacer para cambiar el destino.
¿Piensas que el cine documental independiente tiene una responsabilidad diferente respecto a los medios tradicionales en el archipiélago?
Claro. En el caso muy específico de Puerto Rico, los documentales se están convirtiendo en una serie de medios alternativos donde las personas pueden ver otras narrativas, conocer otras historias, estar expuestas a otro tipo de información que no van a encontrar en los medios tradicionales. Por más liberales que pudieran ser algunos periodistas, siempre se van a quedar cortos. Gran parte de la problemática es quiénes controlan los medios. Aunque haya muy buenos periodistas en Puerto Rico, no hay medios independientes sólidos ahora mismo. Proyectos como Claridad [periódico boricua fundado en 1959 que sirvió como publicación oficial del movimiento independentista y del Partido Socialista Puertorriqueño] que han sido importantísimos no tienen la envergadura que tuvieron en algún momento. Los documentales están ocupando ese espacio alternativo. Es lamentable que no podamos hacer más y producir más. Yo saco un largometraje cada 4 años. Hago muchas pequeñas cosas, mediometrajes y cortometrajes in between. Pero hay que producir más para que el documental se convierta en una fuerza. Hay apoyo y muchas personas están yendo a ver documentales como los míos, como los de muchos compañeros. Se está cubriendo ese vacío.
¿Qué se necesita para que el movimiento de cine documental independiente crezca en Puerto Rico?
Mucha gente te hablaría de la falta de fondos. Pero yo no espero a tener fondos para grabar. A veces llegan los fondos, pero la mayoría de las veces no llegan. Veo la tarea de trabajo documental como un llamado. Veo cosas importantes que están pasando, que tienen trascendencia y van a ser importantes para la historia del país. Lo que uno graba podrá analizarse con otros ojos. Si espero a tener fondos, ese momento se perdió. Hacer documentales es un oficio, tengo que tener este presupuesto, eso está muy bien. Pero no es solamente eso. Necesitamos personas desprendidas que quieran hacer documental y que lo vean como una contribución. Esto no es un oficio, es activismo. Cuando estoy grabando a veces tengo el sombrero de activista porque entiendo que mi aporte a esa lucha es documentarla. Tengo el privilegio de saber operar una cámara, de haber estudiado cine, así que pongo mis conocimientos al servicio de la descolonización. Por eso existe Juan Carlos Dávila, el activista documentalista, pero también existe Juan Carlos Dávila, el trabajador. Para mí también es un trabajo y vivo de ello.
¿Hay jóvenes que quieran sumarse a este movimiento documental?
Los hay, y los vamos a ir formando. Nos hace falta más juventud interesada en los documentales que se asuman desde una perspectiva del activismo. Ahora mismo, las nuevas tecnologías han beneficiado al documental, que es el héroe del cine. Cuando la cámara fílmica se hizo más pequeña, cuando salió el 16 mm, cuando salió la cámara móvil y el sonido directo, el documental se benefició. El documental siempre ha estado a la vanguardia del cine de las nuevas tecnologías. Algo como una Go-Pro, que en una película de Hollywood no está aceptada todavía, uso un montón, uso estas tecnologías de Mavic... Creo que tenemos que descolonizarnos de cómo hacer cine para poder hacer más cine. No necesariamente necesitas tener la crew más grande. No me gusta tener mucha gente en el set, apenas entre 3 y 4 personas. Hacer una película es mucho más accesible de lo que uno piensa. Un documental puede quedar mejor y ayudar a lograr cierta intimidad con la historia que no vas a lograr si tienes un equipo muy grande.
Simulacros de Liberación, tu última película, pareciera mostrarte en una posición más expuesta y explícitamente combativa que películas anteriores. ¿Sientes que tu trabajo se ha radicalizado en los últimos años?
Creo que sí ha habido un proceso de radicalización en mi obra. Al principio tenía más de timidez de asumir ciertas posturas. Viniendo de una escuela de comunicación entendía que tenía que hacer un trabajo neutral. Hasta que me di cuenta de que la neutralidad no existe y que quienes controlan los medios mainstream son los que se presentan a sí mismos como neutrales. Son ellos lo que tienen una agenda a favor del poder. Entonces la única forma de lograr un balance es crear una contranarrativa. Es forma de balancear y que las personas puedan ver Fox News de manera crítica y darse cuenta de todos los disparates que se dicen. Y no solamente Fox que es el caso más extremo, también los medios latinos Telemundo o Univisión, muestran toda una agenda de manipulación. Las películas que yo hago tienen un objetivo de educación y liberación.
Imagen tomada de Agricultores del mar (2024)
Tus documentales ponen mucha atención en los saberes artesanales y tradiciones ancestrales como la práctica de la pesca o el cultivo del café en el país. En un contexto en el que crece la población envejeciente en Puerto Rico y cierran tantas escuelas, ¿hay algún diálogo intergeneracional que te interese activar?
En mis películas siempre trato de pensar en una audiencia joven. Quiero que conozcan la historia del país, el camino que se ha recorrido. Los jóvenes creen estar inventando las cosas desde cero. Pero la lucha es un camino con muchos errores, y también muchas victorias. Podemos aprender de las victorias y también de los errores para no cometerlos tanto. Hay saberes ligados al activismo de los que nos tenemos que nutrir los que queremos luchar por una liberación. En Puerto Rico se tiende a borrar la historia. Sabemos que hubo personas que han luchado contra el colonialismo anteriormente, pero estas nuevas generaciones no saben a dónde mirar. Quiero que mis documentales puedan mostrarles dónde mirar, cuáles fueron las luchas y cuáles las personas que estuvieron ahí. Ahora estoy haciendo un documental sobre Carlos “Taso” Zenón [pescador y activista viequense que lideró la lucha contra la Marina norteamericana] dirigido primordialmente a la juventud. Entiendo que la juventud tiene que conocerlo, hay conocimiento que se puede extraer de sus experiencias. También existe una cuestión del conocimiento artesanal, un conocimiento orgánico, como el saber de los pescadores que para mí es tan importante como el conocimiento académico. En Agricultores del mar se tomó la decisión de no entrevistar científicos o académicos o especialistas con doctorados en biología marina. Queríamos privilegiar la ciencia del pueblo, el saber del pescador que lo vive día a día. Eso también es parte del proceso decolonial que trato de llevar adelante en mis documentales. No todas las voces traen conocimiento oficial. Voy trabajando el conocimiento orgánicamente atado a los procesos artesanales, quitando la voz a los considerados expertos tradicionales. Con mi obra también quiero descolonizar lo que significa ser un experto. No es experto únicamente el que hizo una tesis, sino el que vive en esa tierra, en esa comunidad y que la ha visto cambiar día a día. Un saber no es más que el otro, ambos se complementan. Los expertos salen mayormente en los medios mainstream. Yo trato de resaltar el conocimiento ancestral, el conocimiento comunitario, el conocimiento orgánico.
En Simulacros de liberación un estudiante dice que la bandera de Puerto Rico será negra hasta que se liberen (o revelen) sus verdaderos colores. ¿Cuál es tu visión de un futuro decolonial para Puerto Rico?
Puaaa, ¡queda tanto por recorrer en Puerto Rico! Ningún proceso decolonial se va a poder construir sin tres cosas que a mí me importan mucho. Uno: hay que resolver el problema de la transportación pública. Tenemos un grave problema, dependemos mucho del automóvil y eso también nos hace seres individualistas. Cada cual está en su vehículo y tiene una experiencia individual de la vida. Eso también es parte del proyecto colonial que hay que cambiar. Dos: hay que solucionar el desastre costero y todas las construcciones que hay en la costa. Expropiar a un montón mucha gente rica y comenzar a convertir esos edificios en centros de investigación. Mientras duren, porque también el mar sigue creciendo. Tres: veo un Puerto Rico mucho más conectado con sus recursos y su comida. Creo que la comida es un factor esencial de la descolonización. Comemos mal. Tenemos muchos de estos restaurantes de comida rápida americana, también muchas cadenas como Costco y Walmart. Un proyecto decolonial va a atado a recuperar nuestra conexión con la tierra y con el mar. Con eso tenemos entretenimiento, tenemos comida saludable, fresca. A través del mar nos podemos conectar con otros países. Hay que trabajar nuestra conexión con nuestro entorno. Sí, hay que empezar por ahí.