Desde Adentro - Javier Colón-Caraballo
DESDE ADENTRO: la autogestión como retrato colectivo
9 mayo, 2025
Desde el inicio supe que no sería posible captar todo lo que quería. La realidad es mucho más amplia y compleja de lo que el encuadre permite. Además, había que ser muy sensible, ya que el proyecto no respondía únicamente a mi inquietud personal o a una búsqueda individual, sino que formaba parte del trabajo de una organización sin fines de lucro - La Maraña Corp. – que además financiaba el proyecto. Cualquier malentendido o línea ética cruzada era también responsabilidad institucional. Sin embargo, los líderes comunitarios identificados para la película fueron, en su mayoría, generosos y comprensivos con la naturaleza del proceso, aunque a veces, con razón, se preguntaban: “¿por qué filman tanto?”. El cansancio era real. A fin de cuentas, el documental no solo era un reflejo de sus comunidades, sino también un ejercicio de responsabilidad sobre cómo esas historias debían ser contadas y del cuidado con el que ese relato debía construirse. Porque, en última instancia, el producto final no era simplemente una película: era el retrato de una relación.
El documental es una forma de registro, pero también un espacio de diálogo entre quien observa y quien es observado. En Desde adentro, esta relación fue central, no solo en el contenido que capturamos, sino también en las decisiones que debimos tomar al narrar la historia de estas comunidades en Puerto Rico. La autogestión comunitaria es un proceso complejo, una forma de resistencia frente a la imposición de modelos externos de desarrollo, y filmarla con honestidad implicó una serie de dilemas éticos y narrativos que marcaron el rumbo del proyecto.
Uno de los dilemas que atravesé, - y que también fue percibido por líderes comunitarios - giraba en torno al uso del material. En la historia de Nitzayra, por ejemplo, y la ocupación de la escuela en Carolina, sentía una tensión constante. Yo, un hombre “blanco” y mestizo, filmando una comunidad afrocaribeña, me cuestionaba: ¿soy yo la persona indicada para retratar estos procesos de reconstrucción barrial? ¿Desde qué lugar lo estoy haciendo? Sin embargo, a través de la confianza ganada con Nitzayra y otros líderes, se fue abriendo un espacio de trabajo que me permitió ingresar con respeto a las dinámicas comunitarias. Esa posibilidad se construyó con tiempo, sensibilidad y escucha. Son cualidades que uno también va afinando en el proceso y que obligan a conciliar constantemente la historia que se quiere contar con los límites que no se deben cruzar. Es en muchos sentidos, un baile seductor entre la narrativa y las posibilidades íntimas de contarla.
La relación entre dirección y protagonismo fue durante todo el proceso una dialéctica viva. Entrar y salir de la historia, involucrarse sin apropiarse del relato. Durante la filmación, me debatía entre el rol de observador y el de acompañante. En momentos como cuando había que mezclar cemento bajo la lluvia para continuar una obra comunitaria, la línea entre documentar y ayudar se desdibujaba. ¿Debía seguir grabando o unirme al esfuerzo? Comprendí que el documental no podía ser una observación externa. Su creación misma, y mi participación en esos procesos, eran parte esencial de la experiencia que quería documentar. Para retratarlo, también tenía que vivirlo.
El cine documental tiene esa paradoja: a veces, lo más real no es lo más visible. Momentos de incomodidad, desacuerdos internos entre líderes comunitarios, horas de viaje entre un barrio y otro, cambios de postura frente a cámara, todo eso también formaba parte del devenir de la vida comunitaria. Cada comunidad tenía su propio ritmo, sus propias tensiones internas, y sus avances no siempre estaban sincronizados. La vida comunitaria no es lineal ni fija; es un espacio donde hasta las convicciones políticas y sociales están en permanente transformación. Narrar ese movimiento sin caer en el juicio o la simplificación fue uno de los mayores retos.
El concepto de autogestión que retrata el documental no se limita a las comunidades. También se expresa en la manera en que el proyecto fue concebido y realizado. La filmación, la edición, la búsqueda de fondos, las decisiones narrativas y el proceso de distribución exigieron un ejercicio paralelo de resistencia, autonomía y adaptabilidad. Fue necesario mantener una independencia editorial que a veces se contraponía con los marcos institucionales. Por ejemplo, durante la edición, hubo momentos en los que ciertas escenas -aunque potentes- no podían incluirse por respeto a acuerdos de privacidad o por no reforzar representaciones estigmatizantes. En otros casos, la falta de tiempo para regresar a una comunidad y grabar un seguimiento nos obligó a replantear la narrativa desde lo que ya habíamos captado. La autogestión, entonces, también se convirtió en el modo de hacer cine.
Desde adentro no es solo un documental sobre la autogestión comunitaria en Puerto Rico. Es también una reflexión sobre cómo el cine puede ser parte de ese proceso sin traicionar su esencia. Es un recordatorio de que filmar es un acto de cuidado, de responsabilidad, y que cada encuadre implica una decisión ética. No siempre se logra filmar todo lo que uno quisiera, pero lo importante es cómo, con lo que se tiene, se puede contar una verdad profunda y honesta. Por eso el documental se aleja deliberadamente de las formas más convencionales de comunicación institucional, comunes en muchos videos producidos por organizaciones sin fines de lucro. En lugar de entrevistas a cámara o voces explicativas, optamos por una mirada más íntima, donde la cámara se convierte en una compañera que habita el mismo espacio que quienes protagonizan la historia. Siguiendo una estética cercana al cine verité, nos interesaba capturar los momentos tal como ocurrían, confiando en que la vida misma ofrecía una narrativa más poderosa que cualquier guión preestablecido. Esta decisión buscaba generar una sensación de cercanía, de presencia real y orgánica en la entrada a estos mundos. Queríamos que el espectador sintiera que no se le está informando, sino que se le está invitando a acompañar, a presenciar, a sentir junto a quienes, día tras día, sostienen la resistencia desde sus propios territorios.
En la edición, también se tomó conciencia de todo lo que no pudo filmarse. Ahí, el lenguaje cinematográfico jugó un rol fundamental: planos que evocaban más allá de lo que mostraban, secuencias construidas con pausas, con silencios, y decisiones que buscaban transmitir humanidad sin subrayarla. Con Marian, por ejemplo, se filmó la instalación de luces solares en su comunidad de Comerío, pero en la edición decidimos contar ese proceso desde el impacto: la transformación del espacio, la calle que se ilumina, el cambio en la seguridad vecinal. No hacía falta explicarlo todo. La imagen hablaba. Así, fuimos hilando la historia entre lo visible y lo sugerido, entre lo concreto de los proyectos comunitarios y la poética que habitaba esos espacios.
En última instancia, Desde adentro propone una doble mirada: hacia las comunidades y sus procesos de transformación, pero también hacia el acto mismo de documentar. La autogestión no es solo una herramienta de transformación social; es también una forma de entender el cine, de acercarse a la realidad. Desde adentro intenta ser fiel a esa realidad que se mueve, que no cabe en marcos fijos, que se transforma mientras es vivida. Y si algo aspira a dejar, es la sensación de haber entrado, aunque sea por un instante, en la intimidad de una lucha colectiva. Una lucha que no necesita de grandes discursos, porque se expresa en los gestos, en las decisiones, en los silencios y en las imágenes que la cámara pudo acompañar. La autogestión no es solo una estrategia política o un modelo de organización: es también una forma de mirar, de narrar, de estar con lxs otrxs.
Desde adentro es eso: una forma de acompañar, y de creer que otra forma de construir -y de filmar- sigue siendo posible. La cámara es solo un medio; reconociendo que el verdadero motor del documental es la historia que trasciende la pantalla: en las calles iluminadas por la organización colectiva, en los pozos de agua que se erigen, en la recuperación de una escuela cerrada por políticas de austeridad. En fin, la resistencia diaria de sus habitantes.
Al final, lo que queda de esta experiencia es un retrato compartido. Una memoria viva. Un testimonio de afectos y de lucha que, espero, sirva como inspiración para seguir construyendo, desde adentro y hacia el futuro.